Diariovasco.com (22/07/2010)
Presos sin futuro
«Cualquier día Rubalcaba anuncia que la negociación técnica que la narrativa etarra da por sentada nunca se va a producir. Que ni siquiera la disolución de ETA garantiza a priori un paquete de beneficio generalizado para los presos»
Nunca como ahora la política antiterrorista sobre los presos de ETA ha sido tan importante, tan estratégica. Quizá el momento es tan sólo comparable a cuando las políticas de dispersión fueron diseñadas a finales de los ochenta. Entonces se pretendía debilitar a ETA desde el interior. Sin embargo, paulatinamente el tetris etarra fue adaptando sus piezas, creando asociaciones de familiares de presos, fletando autobuses y generando una narrativa de la victimización que ha convertido la dispersión en otro de esos elementos que ETA ha asimilado en su fisonomía interna a lo largo de los años. Ahora el capítulo de los presos es distinto. o, más bien, puede ser distinto, podemos hacerlo distinto.
Tradicionalmente los presos de ETA han estado vinculados a la denominada negociación técnica. Nadie prácticamente discutía ese punto. Cuando ETA considerara que había llegado el momento de cesar la violencia terrorista, habría incertidumbres sobre cómo negociaría con el Estado su disolución, pero prácticamente en ninguna cabeza cabía que no fuera a darse al colectivo de presos una salida más o menos escalonada. Es lo que se pensaba y lo que se continúa pensando.
Las últimas realidades que se están difundiendo por los medios de comunicación respecto a los terroristas arrepentidos de la prisión de Nanclares de Oca o, en general, sobre los beneficios penitenciarios que reciben los ex miembros de ETA acogidos a procesos de reinserción están poniendo de manifiesto que son ex etarras con experiencia, cansados y defraudados con la dinámica violenta, los involucrados. No hay terroristas jóvenes, recién condenados. Estos jóvenes son los que realmente supondrían un desgaste, una erosión en la identidad de ETA en este momento. Del resto, urrosolos, txelis y compañía. seamos claros, ETA ya los considera como amortizados y las nuevas generaciones de etarras los consideran viejas glorias, quebrados por el sistema penitenciarios y por la 'propaganda represiva del Estado'. Es decir, como esos prisioneros de la guerra de Vietnam que reaparecen después de treinta años de que todo el mundo los diera por perdidos.
La pregunta es por qué no hay jóvenes o terroristas de última hornada en estos reinsertados. La respuesta sencilla alude a las propias dinámicas de radicalización, a la fase de participación en la banda en la que encuentran, a que una vez asimilada la doctrina etarra y realizados actos de violencia a partir de ella, la prisión es un medio ambiente no sólo inútil para reinsertar sino reforzador de ese modelo mental justificador del terrorismo. Todo ese razonamiento, con multitud de complejidades derivadas en las que no vamos a entrar, es básicamente correcto. Sin embargo, es un razonamiento tan sofisticado, tan académico, tan denso, que no deja que veamos una de las claves que hacen que la política penitenciaria antiterrorista sea tan relevante en este momento histórico de la lucha contra ETA.
Los etarras jóvenes son inmunes a las políticas penitenciarias del esquema antiterrorista porque están convencidos de que, más temprano que tarde, abandonarán la cárcel. Y están convencidos porque el adoctrinamiento etarra en el que muchos de ellos se han socializado ya incorporó esa narrativa como antídoto de equilibrio ante la dispersión penitenciaria de los años noventa a la que estaban siendo sometidas sus filas. Un etarra en la veintena o treintena que actualmente ingresa en prisión se tumba en el catre de su celda pensando que, como mucho, le quedan cinco años de estancia en la cárcel. También que después, tras la negociación técnica de ETA con el Estado que le pondrá en las calles de su pueblo, regresará como un soldado veterano e incluso le esperará una candidatura en EuskoBatasuna para ocupar un puesto en el ayuntamiento. De ahí a la construcción de la independentzia. De tal naturaleza es la narrativa penitenciaria que un etarra joven cocina en su mente mientras permanece en el Puerto de Santa María o en el Salto del Negro.
La política antiterrorista sobre ETA ha avanzado mucho a lo largo de las décadas y hay bastante acuerdo en afirmar que, tras el inicio de una nueva era con los acuerdos Aznar-Zapatero y la ilegalización de Batasuna, salvada la desorientación de la última exploración negociadora del Gobierno, ahora se ha convertido en el diseño más robusto y eficiente de la historia. Sin embargo, tiene una asignatura pendiente. es una asignatura de comunicación estratégica y tiene que ver con los presos de ETA, principalmente con esos jóvenes presos de ETA.
Cualquier día Rubalcaba anuncia explícitamente que esa negociación técnica que la narrativa etarra da por sentada nunca se va a producir. Que no es que haya pasado la oportunidad de una negociación con el Estado, sino que ni siquiera la disolución de ETA garantiza a priori un paquete de beneficio generalizado para los presos. Que cada uno de los etarras encarcelados tendrá que cumplir invariablemente sus condenas y que recibirán el mismo tratamiento de reinserción que cualquier otro delincuente. Es decir, que un etarra con veinticinco años de edad que ingrese mañana en prisión por actividades de terrorismo, sea juzgado y condenado, pongamos, a veinte años de encarcelamiento, abandonará la cárcel en 2030 con 55 años, con ETA ya disuelta, con EuskoBatasuna probablemente en los ayuntamientos proponiendo la independencia de Zizur Txikia. pero que de su 'militancia' ya nadie se acuerda. que no le pudieron sacar porque, cuando llegó el momento, el Gobierno también había cerrado la puerta de la negociación técnica con ETA.
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